12 de junio de 2015

Una danza para la música del tiempo III. Segunda estación: Verano


I. En casa de lady Molly
"Uno aprende a su debido tiempo que, tratándose de personas y de emociones, la regla de cálculo del tiempo admite improbables ajustes."
La nostalgia es un sentimiento inútil y molesto. Nick presenta a la familia Tolland, su futura familia política, tan extensa y variada que es un mundo en sí misma.
"La vida está llena de íntimos ensueños, instantáneos y sensacionales, representados en atención a un único espectador."
Ya en la edad de tomar una decisión con respecto al matrimonio, Nick se da cuenta de que se trata de una cuestión esencialmente social; una aparición le servirá para apoyar su hipótesis. Pero las noticias que vienen del continente no son nada halagüeñas; estamos en los años 30 y el auge del fascismo comienza a verse como una amenaza en la propia Inglaterra. Nick ha publicado una novela, encontrando así, como de casualidad, una profesión para la que ni siquiera tenía vocación.

Gran parte de la novela se sitúa en casa de lady Molly, familiar de los Tolland, que se revela como el ombligo del mundo, el omphalós generador de las relaciones entre los hombres, los muertos y los dioses.

"A ninguno se le negó jamás, por así decir, un plato en la mesa de los Jeavons. Su hogar era un territorio libre, donde no parecían aplicarse las reglas normales y donde podías tropezarte con todo tipo de personas. Aunque tal vez esta descripción sugiera un exceso de compañía divertida. Lovell, ciertamente, no se refería a ella en términos tan elogiosos: "Difícilmente encontrarás allí personas inteligentes", solía decir, como dando a entender lo mucho que valoraba a semejante tipo de personas, aunque sin definir los rasgos que podían ayudar a reconocerlas. "Y rara vez verás alguna que, en mi opinión, merezca ser considerada elegante de veras". Dicho lo cual, solía suavizar un poco su crítica añadiendo: "Pero, aun así, en casa de Tía Molly encuentras absolutamente de todo".
La cercanía del conflicto, el segundo en lo que va de siglo, provoca un choque generacional, ahondando la brecha existente entre los que vivieron la I Guerra Mundial y los que no, ambos con muy diferentes visiones acerca del conflicto en ciernes.

Powell es preciso sin ser exhaustivo; en contra de la descripción enumerativa, utiliza la descripción restringida de características particulares. Por ejemplo, a la hora de presentar a Umfraville, un personaje secundario:

"Aunque ahora vestido de esmoquin, Umfraville no había cambiado gran cosa desde la noche en que nos conocimos en Foppa. Elegante, algo caballuno, perfectamente a gusto consigo mismo y con cuantos le rodeaban, se las arreglaba para sugerir a la vez la inminencia del abismo de escándalo y de bancarrota que amenazaba con tragárselo en cualquier momento a él y a quienquiera que tuviese la desgracia de hallarse cerca de él cuando sobreviniera el desastre."
En una determinada posición social -Una danza para la música del tiempo es una crónica, eminentemente, de la clase alta británica- el matrimonio es una necesidad: 
"Caminé por calles desiertas, pensando que yo también debería casarme pronto. Un cambio que se presentaba en términos de acción más que de reflexión, con el espíritu con que a menudo se casan hasta los más prudentes: en una crisis de placer y ansiedad, de excitación y de opresión."
en el caso de los hombres, para estabilizar su vida sexual -más que la sentimental- y para abandonar, al menos aparentemente, las conductas y compañías dudosas que se toleran en un joven pero que son socialmente mal vistas en un adulto.
"Un trasfondo de otros acontecimientos oscureció en gran medida los pasos que condujeron a mi compromiso con Isabel Tolland. De esta crisis de mi vida recuerdo sobre todo una sensación de tremenda inevitabilidad, el sentimiento de que el destino estaba resolviendo sus propios problemas y de que cualquier exceso de reflexión estaría fuera de lugar. El matrimonio, como ya he dicho, es una forma de acción, casi de violencia: una afirmación de la voluntad. Su órbita no puede ser trazada con precisión, si se trata de evitar equívocos y arrepentimientos. Sus hechos tal vez sólo puedan ser conocidos por deducción. Es un estado del que se ha eliminado toda objetividad."
Finaliza la novela con la psicoanalización de un personaje, Widmerpool, que a estas alturas ya se adivina como troncal, e incluso como némesis del propio Nick.

II. El restaurante chino Casanova


El texo comienza pulsando el ambiente artístico y musical en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, y los ajustes de cuentas entre artistas, ese extraño deporte gremial.

"Yo escuchaba todo lo que se estaba diciendo sin sentir, como llegué a sentirlo más adelante, que de alguna manera yo también formaba parte de la misma comunidad, y que cuando la gente se hacía eco de las habladurías acerca de temas tales como el de Carolo y su chica, lo que uno estaba oyendo era un trozo, por infinitesimalmente pequeño que fuera, de su propia vida."
La casa de lady Warminster es la recreación de un mundo en miniatura. Nick se suma, con su matrimonio, a la numerosa y variopinta familia Tolland, regida con mano de hierro y guante de seda por su suegra.
"La mayoría de sus coetáneos admitían, en general, que Katherine Warminster, en lo concerniente a sus hijastros, merecía elogios por el buen trabajo realizado con ellos. Por mi parte, a mí me agradaba lady Warminster, aunque al propio tiempo tengo que confesar que nunca me sentía totalmente cómodo en su presencia. Estaba inmaculadamente libre de cualquiera de los defectos típicos de las suegras; agradable siempre, buena anfitriona, afectuosa incluso, a su manera; pero siempre un poco alarmante: un ave elegante, con muchas horas de vuelo..., quizá un ave de presa..., lista para precipitarse y atacar desde los helados picos de las montañas en que prefería vivir apartada."
Ha comenzado la Guerra Civil española, vista con cierta indiferencia política por la clase alta inglesa, pero con la curiosidad anecdótica por lo que sucede en una tierra exótica de la que se posee un conocimiento parcial y eminentemente folclórico; Erridge, un cuñado de Nick, personaje parcialmente inspirado en George Orwell, marcha a combatir con las Brigadas Internacionales.
"Cerró la tapa del gramófono, que empezó a difundir una vez más las sombrías y amenazadoras notas que sugerían su fondo español: cielos tostados, polvorientos llanos, serranías ásperas, sarcófagos de mármol negro de los difuntos reyes bajo techos artesonados con arabescos, bloques de pisos art nouveau frente a los que pasaban chirriando y tintineando achaparrados tranvías; tricornios de charol de la Guardia Civi; almohadillas de cuero lanzadas a la arena bajo carteles publicitarios anunciando remedios para la impotencia y la viruela... Éstas y un centenar más de cambiantes abstracciones cubistas, combinando sus elementos visuales con la pachanga de la música taurina..., y ahora -sobre este paisaje-, abrasados por el sol, camiones, destartalados como jamelgos de picador, subiendo cuestas en primera entre un olor a gasolina..., o ahora, ateridos por el viento helado y tapados hasta las cejas como el abrigado trío del Invierno de Goya, soldados moros conduciendo reatas de mulos por desfiladeros velados por la nieve..."
Asistimos a una velada literaria en Hyde Park Gardens: "Querido -pero imprescindible- enemigo mío": las relaciones entre los escritores.
"La relación mutua entre escritores, cualquiera que sea su edad, siempre es delicada, pero no tanto -como comúnmente se piensa- por cuestión de celos, cuando por la naturaleza intensamente personal de la cotización de la obra de un escritor."
En ese ambiente literario, el narrador reflexiona acerca de la creación y las relaciones literarias: los límites y condicionantes para hablar de uno mismo y de algunas de sus circunstancias:
"Un matrimonio futuro, u otro ya pasado, puede ser analizado y narrado en términos literarios por una cualquiera de las partes, pero es dudoso que ningún matrimonio existente pueda ser descrito en primera persona, directamente, de manera que el relato transmita sensación de realidad. Hasta los escritores que mejor han plasmado la sustancia de la vida matrimonial tienden a una estilización muy marcada y sacrifican la sutileza de la relación a cambio de narrar con detalle unos pocos aspectos aislados. Pensar con objetividad sobre el propio matrimonio es tarea imposible, casi tan difícil como hacerlo objetivamente sobre el matrimonio de otros, con tanta información disponible como tan escasamente digna de crédito. Cierto que la objetividad no lo es todo a la hora de escribir; pero, si uno tiene que dejarla a un lado, las dificultades de abordar el tema son descomunales, tan variadas y a la vez tan constantes son sus formas, tan variables y caleidoscópicas sus colores, aunque siempre los mismos."
Posteriormente, incluye otra reflexión acerca del paso a la posteridad, enfrentando el caso del escritor -personaje inspirado por John Galsworthy- que habría aceptado todo los honores que no le dispensaron que rechazó los que sí le concedieron; en esta discusión acerca de la literatura y de los escritores, Powell incluye una cita para la reflexión:
"-Lo mismo podrías decir que el Ulises tiene más "historia" que La cabaña del Tío Tom o El rosario -dijo Maclintik-. Y supongo que es cierto de alguna manera. Yo encuentro que todas las novelas pecan de improbables."
Aunque con la distancia que marca el estatus, la problemática política asoma a menudo en la trama, con visiones particulares de hechos diversos; por la parte que les toca debido a su posición, uno de los temas tratados es el de la abdicación de Eduardo VIII.
"Muy poco después de aquel encuentro con los Moreland se inició la crisis que condujo a la abdicación: uno de esos acontecimientos públicos que apasionan no sólo a los dedicados por temperamento a discutir eternamente lo que leen en los periódicos, sino a todo bicho viviente en el país, cualesquiera que sean su edad, sexo o clase social. El debate agotó por completo todos los aspectos constitucionales y emotivos del hecho [...]. Al final resultó que, una vez dado el paso, la abdicación se convirtió en historia y que todo volvió a la acostumbrada rutina con mucha mayor facilidad de lo que popularmente se preveía."
El suicidio de un personaje secundario provoca una reflexión interesante. A diferencia de una muerte natural, el efecto de la muerte por suicidio sobre los que rodean al suicida son mucho más devastadores porque aunque todos podemos morir en un momento determinado -y lo acabamos haciendo, finalmente-, la proporción de azar que interviene en la muerte natural nos procura la parte de esperanza que supone pretender que aun no nos ha llegado el momento. El suicidio, en cambio, posee un trazo de inevitabilidad que lo hace terrible -y son conocidas esas hipótesis del carácter contagioso del acto en sí-, a pesar de que depende, a diferencia de la muerte natural, de una decisión voluntaria. La paradoja está en que tememos más algo que depende de nuestra voluntad que aquello que depende del azar.

III. Los bondadosos

Situados temporalmente a finales de la década de los años 30, previa a la II Guerra Mundia, Nick inicia una larga digresión para volver a su infancia, en los prolegómenos de la otra gran conflagración mundial del siglo, con el fin de encontrar antecedentes, tanto personales como políticos y sociales, que ayuden a entender el entorno en que se desenvuelve. Recupera el mito de Las Furias -Las Erinias o Las Euménides, Las Bondadosas o Benévolas; es posible que exista un lapsus de género en la traducción al castellano del título- para relatar la amenaza que representaban para Albert, un servidor en casa de sus padres, las sufragistas, o para la doncella Billson -protagonista de un chistoso incidente- las apariciones de un supuesto fantasma; en todo caso, el capítulo le sirve para ejecutar un impresionante repaso a una servidumbre ciertamente peculiar.

Después de esta descompresión de la realidad presente, Nick reflexiona acerca de la dificultad de describir un hecho, sea cotidiano o excepcional, de la imposible neutralidad y de la deseable implicación:
"Pero la descripción verbal de cualquier hecho debe estar siempre infinitamente distante del hecho en sí, de manera que cuando exageramos o subestimamos algo, con frecuencia atinamos mejor con la verdad que cuando nos limitamos a declararlo lisa y llanamente. Teniendo en cuenta, además, lo desesperantemente difícil que es cualquier intento de expresar con exactitud las complejidades y recovecos del carácter y de las emociones humanas."
La digresión sigue con el relato detallado desde la visión de un niño del ejército -su padre es capitán- y de la vida militar, las visitas castrenses y una controversia acerca de la caridad hasta terminar con la muerte de Archiduque Francisco Fernando de Austria y los inevitables aires de guerra, para volver a los prolegómenos de la II Guerra Mundial.
"-Cualquiera de estas bellas mañanas, los alemanes se presentarán aquí o entrarán en Francia. Nadie podrá censurarles que lo hagan. Todos lo están buscando. Y nos encontrarán enzarzados en alguna discusión con los irlandeses, sufriendo una huelga de la industria del carbón o presenciando un partido de críquet. En Francia, los ministros del gabinete estarán desafiándose unos a otros en duelo, mientras sus esposas descargan sus armas contra editores de periódicos. Y, cuando lleguen los alemanes, tendremos un gran espectáculo: el de la Nación en Armas de Clausewitz."
 De nuevo aparece la vida artística, el medio en que profesionalmente se desenvuelve el protagonista, la relación con el arte de la gente común y de los propios artistas, sobre todo en la música y en la pintura. La asunción de mitos personales, inducidos por una educación orientada a una determinada carrera apoyada en una tradición familiar -en este caso, la militar y la musical- condiciona la visión del mundo.
"Desde temprana edad, Moreland había sido considerado por su tía, y por los demás de su círculo, un muchacho llamado a desarrollar una brillante carrera en la música. Su propia infancia había sido orientada hacia ese supuesto. Mi más modesta ambición -y, en realidad, no animada especialmente por mis padres- era llegar a ser militar. Eso comportaba, obviamente, una forma divergente de verse cada uno a sí mismo. En la medida en que alguna vez comparamos nuestras notas acerca de nuestros respectivos ambientes en la infancia, Moreland siempre sostuvo que el mío le parecía el más extraño de los dos."
La visión de la guerra desde las islas es ciertamente peculiar, como algo ajeno, como un enojoso engorro que afecta a algunos detalles de la vida cotidiana pero cuya influencia no va mucho más allá. En el Parlamento, reproducido en miniatura en una cena, se hacen patentes las diferencias a la hora de abordar la implicación británica en la guerra.
"Al igual que uno de los "fantasmas" de Stonehurst, la guerra se cernía a los pies de tu cama cuando despertabas por la mañana, y, a diferencia de otros espectros más pasajeros y acomodaticios, si gigantesca forma, lejos de disiparse de inmediato, permanecía como una sombra borrosa, amenazadora, cada vez mayor y de creciente densidad. Las grises y parpadeantes secuencias proyectadas en la pantalla mostraban con tenaz persistencia primeros planos de demagogos fornidos, coléricos, gesticulantes, que reforzaban sus frases con patadones en el suelo; océanos de brazos alzados; soldados con casco de acero desfilando en columna; carros blindados atronando el espacio al avanzar por el adoquinado de amplios bulevares. La crisis no remitía. El cataclismo ya no podía demorarse más."
Asistimos al reencuentro de Nick con Templer, Stringham y Widmerpool, los compañeros del college, presencias constantes en el ciclo, cuyas apariciones parecen el principal testimonio del paso del tiempo, como si esos reencuentros adquirieran el papel de hitos donde se reformulan las relaciones y se cierran y reabren etapas. En las sucesivas descripciones, tanto formales como de estatus, el narrador apoya en ellos su visión del paso del tiempo y de los cambios producidos.
"Vi que ya no se trataba de que Stringham y Widmerpool se hubieran equiparado como amigos en la mente de Templer; la realidad era que Widmerpool se hallaba ahora infinitamente por delante de aquél. Es lo que se desprendía del tono de Templer [...]. Lo que daba un matiz algo hiriente a aquella situación era ver cómo se yuxtaponían en Templer de un lado su completa aceptación de Widmerpool y, de otro, su casi también completa indiferencia por su viejo amigo Stringham. Probablemente Templer no había visto a Stringham desde el día en que se presentó en el cuarto que ocupaba éste en el college y después nos metió a todos en una cuneta con su flamante coche recién adquirido. Cierto que, para ser sinceros, yo también llevaba mucho tiempo sin ver a Stringham, en tanto que Templer, a fuerza de llevar mucho tiempo haciendo negocios con Widmerpool, había llegado a considerarlo un amigo."
Suceden cambios en la familia: la muerte de la suegra de Nick y Erridge intenta sentar cabeza; la vida en la familia refleja el tiempo de caos y cambios en Europa. Fallece el tío Giles, el verso suelto de la familia.

En un ambiente social cerrado y endogámico, era común que las parejas se intercambiaran, situación que provoca alteraciones en las relaciones personales.
"Duport, por lo que a mí respectaba, era un caso típico. Yo había amado a su mujer, Jean, y, aunque ya no la amaba, nuestra relación había segregado semejante ingrato residuo: un inalterable, por más que oculto, lazo con su ex marido. Como una especie de castigo. A mí podía no gustarme la forma como se comportaba Duport, con Jean o con el mundo en general, pero mis propios actos lo habían convertido, al menos en un pequeño aspecto, en parte de mi vida. Estaba ligado a él para toda la eternidad. Más aun, por la misma razón, yo no estaba en situación de poder censurarlo: había minado mi propia posición como crítico. Esa reaparición de Duport fue como un profundo tajo en el Tiempo."
Cierra el texto la firma del tratado de no agresión entre Alemania y Rusia, la confirmación de los malos augurios y el estallido de la guerra. 

Otros recursos relativos a la obra, ya publicados:
Una danza para la música del tiempo I. Presentación
Una danza para la musica del tiempo II. Primera estación: Primavera

Otros recursos relativos a la obra, en próximas publicaciones:
Una danza para la música del tiempo IV. Tercera estación: Otoño
Una danza para la música del tiempo V. Cuarta estación: Invierno

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