22 de junio de 2015

Una danza para la música del tiempo V. Cuarta estación: Invierno


Los libros sí amueblan una habitación
"Había dos versiones principales. Una afirmaba que, en lo peor de una borrachera, al tratar de sacar de un enorme mueble-librería  con puertas de cristal un ejemplar de The Golden Treasury para verificar una cita que necesitaba para un programa de radio, Bagshaw hizo que se desplomara sobre él aquel gran mueble. Mientras llovían sobre él un volumen tras otro, se decía que hizo el siguiente comentario: "Los libros sí amueblan una habitación". Otros narraban una historia diferente. Afirmaban que Bagshaw, tal como vico al mundo, había dicho esas palabras en tono conversacional al acercarse al sofá en el que estaba tumbada, también en cueros presumiblemente, la esposa de un conocido crítico teatral  (que asistía al estreno aquella noche de El carro de las manzanas), en el momento en que el clandestino encuentro alcanzaba su clímx emocional en es estudio del marido, cuyas paredes estaban completamente revestidas por estanterías llenas de libros. Se decía que Bagshaw había pronunciado aquellas palabras, murmurando más bien -como el tributo de un revolucionario a los valores burgueses-, en el instante de avanzar rápidamente hacia su presa: "Los libros sí amueblan una habitación". 
Desmovilizado totalmente y reintegrado a la vida civil, Nick se siente aquejado de una modalidad de melancolía, a la que denomina melancolía postbélica, cuyo síntoma principal es la irresolución. Lejos de la disfunción modernamente diagnosticada como estrés post-traumático, la irresolución conlleva la incapacidad, pasiva, para tomar decisiones que afecten al futuro, como si ante la falta de la situación bélica que, por su propia naturaleza, las requería referidas a un único marco, se hubiera perdido la capacidad de decisión; como si, fisiológicamente hablando, la ausencia de adrenalina, una vez superada la sensación de peligro, provocara una paralizante apatía. La experiencia de la guerra es tan intensa y su final tan abrupto -la desmovilización-, que la mente es incapaz de responder de forma adecuada a tal inminencia, siendo preciso un período de aclimatación, de habituación a la nueva situación, más o menos prolongado en función de los intereses que el individuo es capaz de generar en sustitución de los que había generado en el período bélico.
"[…] poco a poco se iban juntando laboriosamente las texturas tradicionales de la existencia, en el intento de reafirmar una especie de identidad personal que era, empero, confusa. Incluso si -como algunos pensaban- el respiro fuera a ser meramente temporal, no por ello era mal recibido, por más que brillara ahora por su ausencia en el esperado alborozo que había seguido a la anterior guerra.”
Esperando, pues, que todo volviera a la normalidad pre-bélica, Nick basa parte de su terapia inconsciente en regresar a la universidad y en escribir un libro, que piensa titular Borraja y eléboro, sobre La anatomía de la melancolía, el texto de Robert Burton. De lo que se trata, en definitiva, es de poder desplazar el marco de recuerdos, de experiencias y de referencias desde la guerra, pues la intensidad de la experiencia bélica exige la derivación de todos los recursos emocionales, hasta cualquier otro centro de interés, en el bien entendido que ese desplazamiento será más o menos oneroso en función de aquella intensidad.
"En la misma página del título no sólo aparecía el retrato del propio Burton, con gorguera y solideo, sino también figuras ilustrativas de su tema: la locura de amor, la hipocondría, la melancolía religiosa. Estaban además los emblemas de los celos y de la soledad, junto con los grandes remedios para la melancolía y la locura: la borraja y el eléboro. La gran obra de Burton había sido desde siempre uno de mis libros favoritos. Estudiarlo ahora a fonfo representaría un notable cambio con respecto a escribir novelas. El libro que pensaba escribir se llamaría Borraja y eléboro."
Nick recuerda viejas relaciones en el college y, poniéndose al corriente acerca de los avatares de otros antiguos alumnos, se entera de que Widmerpool ha seguido escalando puestos hasta llegar a ser miembro del Parlamento.

La muerte de Erridge, cuñado de Nick, y el consiguiente funeral, reune a los familiares supervivientes en una especie de catarsis colectiva; rasgando el velo de la tristeza por el funeral, tiene lugar un incidente desagradable pero chistoso con la esposa de Widmerpool.

La desmovilización provoca cierto aire de aislamiento: las relaciones personales sufren un cambio radical, no sólo por el hecho de que su escenario natural, el campo de batalla -dicho en sentido amplio, no únicamente geográfico-, desaparece, si no también porque desaparecen del entorno los individuos con los que sólo le une la excepcionalidad de la situación bélica, prolongando y complicando el lapso de tiempo requerido para la adaptación.
“Mientras tanto, yo seguía trabajando sobre Burton y en otras tareas. Los tres meses pasados en el campo después de mi desmovilización habían supuesto una cierta ruptura con mis antiguos conocidos del ejército: los agregados militares extranjeros con los que había desempeñado la labor de “enlace”. Regresabas a un mundo diferente. De vez en cuando alguno de ellos podía tener un gesto recordatorio, como el detalle de invitar a un antiguo colega relegado ahora a la vida civil; alguna vez la invitación obedecía sólo a que tu nombre figuraba aún en una lista de nombres sin revisar, y se te convocaba por error. Pero, en conjunto, los encuentros que derivaban de ello eran muy infrecuentes.”
Bagshaw -“los libros sí amueblan una habitación”-, editor, y Trapner -la caracterización del cual como un individuo que pretende vivir de su oficio es empleada por Nick para exponer, no sin cierta sorna, los tópicos acerca de los escritores, de la literatura y del mundo/mundillo literario en general-, un escritor de tres al cuarto que ha escrito una novela y sobrevive a base de reseñas y artículos, se convierten en  parte de las nuevas relaciones profesionales de Nick, que es invitado a colaborar en una nueva revista literaria, Fisión. Es en el seno de esa revista donde se producen algunos de los comentarios más mordaces referidos al mundo editorial y literario. Primero es Trapner quien carga, no desinteresadamente, contra los críticos:
"-¡Qué envidiable es la vida del crítico literario, la riqueza visual de que goza! Todo aquello que hace de esos tipos de Fleet Street unos seres superiores. Su saber universal, su exquisito gusto, sus amores idílicos, sus matrimonios felices, su optimismo, su erudición, su conocimiento del auténtico significado de la vida, su libertad frente a las tentaciones del sexo, su sencillez de corazón, su simpatía por las masas, su compasión por los desgraciados, su generosidad..., particularmente esta última, para acoger con los brazos abiertos a cualquier farsante que aparezca en el horizonte. No es sorprendente que, a los ojos de la mayoría de esos críticos, las experiencias de un mero escritor les parezcan tan a menudo triviales, sórdidas y falsas de significado."
Posteriormente, en boca de Moreland, un músico cuyo papel principal se recoge en varias novelas anteriores del ciclo, carga contra las “nuevas generaciones” de escritores, que disfrutan de la oportunidad de escribir -y, por extensión, de llevar a cabo cualquier realización artística- y de hacerlo bien, pero la malogran por la más inútil de las reacciones -eso que se ha llamado “postureo”- contra unos clásicos que no es que no se hayan asimilado, es que ni siquiera se han leído:
"-He estado releyendo a Ben Jonson últimamente. Es un escritor que me cae simpático: me recuerda que la vida humana es siempre lo mismo. Recuerdo que Maclintick [un personaje de la novela] insistía mucho en eso cuando se dedicaba a estudiar a los compositores del Renacimiento. Aun concediendo que el asesinato era entonces algo más fácil, Maclintick creía que la vida del músico no ha cambiado apenas. ¡Qué cargante es esa suposición de que las personas de ahora son orgánicamente diferentes de las del pasado…, la Generación Perdida, los Nuevos Poetas, la Era Atómica…, como se refleja esta última en el nombre de tu nueva revista…! Ante las narices de los modernos es ante quienes me siento yo mucho más inclinado a pedorrearme.”
Tampoco el mundo editorial queda a salvo del certero retrato de Nick: envidias, rencillas, venganzas, ojerizas; conflictos entre autores y editores, entre críticos y escritores, entre editores y críticos, todo un catálogo de enfrentamientos que culminan con el que enfrenta al crítico con el editor de un libro cuya reseña es negativa y debería publicarse en la revista que edita el mismo que ha editado el libro.

Reaparece Widmerpool, ahora Secretario Ministerial, pero, como siempre, envuelto en intrigas; parece tener problemas con su reciente esposa con respecto a los que está determinado a que no sean óbice ni impedimento para su carrera política; un desenlace inesperado le pone en un aprieto, pero lo "soluciona" a su manera, con una admirable sangre fría y un dominio de la situación del que puede hacer gala sólo quien ostenta el poder.

La escritura es un ejercicio de memoria personal, tan insensible a los condicionamientos estilísticos como dedicada a recuperar ese proustiano tiempo perdido, no recreándolo -desde este punto de vista sería desperdiciarlo, malograrlo: como intentar revivir una momia, cuyo interés estriba no en cómo vivía y cómo era, si no en cómo ha sobrevivido más o menos intacta al paso de los siglos- si no recuperándolo. Una danza para la música del tiempo es, fundamentalmente, al igual que la obra de Proust, una obra sobre el tiempo.
"Mientras contemplaba a través de los pilares el brillo de las gotas de lluvia en los adoquines del gran espacio abierto, al evocar en mi mente todos aquellos sucesos, muchos de ellos me parecían inevitables, como siempre que uno evoca el pasado."
Una discusión literaria sobre el naturalismo desemboca en un conflicto matrimonial que acaba con el "ahogamiento" del único ejemplar de un manuscrito inédito. Con posterioridad, para cerrar la novela, un encuentro inesperado retrotrae de nuevo a Nick al pasado: el prefecto del college ejerciendo como bibliotecario, episodio que conlleva una nueva actualización de datos sobre sus compañeros de escuela. 

Reyes temporales
"Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn? Ofrécete una oportunidad. Vivirás como un rey una vez allí.
-¿Como uno de esos reyes temporales de que se habla en La rama dorada, que tienen todo a su disposición durante un año, un mes o un día..., pasado el cual los ejecutan? ¿Muerte en Venecia?
-Una ejecución ritual sólo, en estos tiempos más ilustrados, la imagen de una virilidad declinante. La del hombre descrito por Mann. Pero lo que importa es ser un rey temporal. La retribución de los reyes congresuales sólo adopta la forma, bastante severa sin duda, de tener que volver luego a la vida diaria. Pero aun así, Nicholas, volverás con renovada energía. Como el nuevo rey, en realidad."  
Así como existen hechos que evocan sucesos ocurridos hace largo tiempo, también algunos lugares poseen la capacidad de revivir experiencias pasadas. Bajo esa evidencia, la asistencia a una conferencia en Venecia le trae a Nick el recuerdo del viaje que hizo con sus padres cuando niño; el poder de evocación de Venecia alcanza incluso para especular acerca de si el gondolero cantante que los entretiene en la terraza de un café es la misma persona que se encontraron en aquella ocasión.

Nick indaga en la figura del escritor exiliado por la guerra, entre el compromiso político asumido por un intelectual preocupado por la realidad del conflicto bélico y su adscripción al bando "correcto", y la posibilidad de regresar, finalizada la guerra, a su país de origen con el marchamo de opositor al invasor cuyo compromiso se ha mantenido inalterable a pesar del exilio y de las condiciones adversas. Todo ello obviando, por supuesto, la comodidad de ejercer la resistencia en un país favorable a las tesis propias, en contraposición con los intelectuales resistentes de fronteras adentro, tal vez menos valorados porque su voz es inaudible debido al control del invasor, y sin tener en cuenta el peligro real al que está sometido de persecución y muerte por parte de las autoridades del régimen invasor.

Ante la intermitente aparición de Widmerpool, Nick pone en evidencia algunas -otras- de sus contradicciones; por ejemplo, su adscripción a un partido político que no representa en absoluto sus ideas parece sugerir que sólo se trata de una forma transitoria y meramente utilitaria de acceder al poder; por otra parte, esta vez quizás más privada, algunas indiscreciones con respecto a su vida sexual parecen sugerir un gusto por ciertas perversiones que sólo pueden ser satisfechas mediante pago -y más teniendo en cuenta las peculiaridades de su vida matrimonial, que entre su inadaptación y la actitud permanente belicosa de su esposa, es un verdadero infierno: "Las discordias matrimoniales giran en torno de la envidia más que de los celos"-. Widmerpool, por cierto, ha perdido su escaño en el Parlamento pero ha sido nombrado Lord vitalicio.

Nick coincide en la conferencia de Venecia con participantes de todo el ámbito anglosajón, circunstancia que le permite llevar a cabo el ejercicio de distinguir, a distancia, un profesor americano de uno británico:
"Era un hombre de treinta y pocos años, delgado, con un bigotillo negro que dejaba ver una estrecha franja de piel del labio superior por encima y por debajo de él en toda su longitud. A primera vista había poco en él que lo identificara como norteamericano pero, mirándolo con más detenimiento, algo en la fina estructura ósea de sus brazos y piernas, junto con la textura y el tono amarillento de su tez, sugería su nacionalidad. Sus movimientos corporales, flexibles y no exentos de posibilidades atléticas, evidenciaban una extrema tensión nerviosa, también más americana que europea. Llevaba gafas de un leve tinte azulado. Su aspecto, inconformista en conjunto, no indicaba marcadamente ninguna afiliación identificable. [...] Tras la gratificante, pero subjetiva, valoración de mis escritos, se mostró menos locuaz. De hecho, fue casi imposible conducirlo a otros temas, pues se quedó casi completamente en blanco, falto de esa reserva de conversación ligera y razonablemente bien informada que caracteriza la vida académica británica y no tanto la americana."
La experiencia, como conocimiento a posteriori, es la combinación entre la observación, la implicación personal y el recuerdo; este último componente puede provenir de tres caminos distintos -o de la combinación entre todos o sólo algunos de ellos-: el recuerdo de hechos aislados; el recuerdo de los n exos que unieron a esos hechos aislados componiendo una "situación"; y el recuerdo de las sensaciones íntimas asociadas a todo ello.
"[...] la eterna cuestión de lo que constituye la experiencia. Un examen profundo de lo ocurrido en cualquier tiempo dado provoca, en sí mismo, un elemento de natural, como cuando se mira un gran cuadro a través de una lupa: el efecto de conjunto se pierde."
Nick y algunos asistentes a la conferencia efectúan un recuento de viejos conocidos que han fijado su residencia en Venecia. Después del paréntesis de la guerra, la ciudad ha atraído por igual a nobles retirados como a contrastados playboy y arribistas de toda especie. Reaparece Pamela, la mujer de Widmerpool, junto con uno de esos playboy cuando todos los congresistas realizan una memorable visita a un palazzo para ver un fresco de Tiépolo; también aparece Widmerpool, que es puesto en evidencia, una vez más, por su esposa. La presencia omniscente de la pareja lleva a Nick a reflexionar acerca de la evolución de las mujeres de cierto estatus con el transcurso del tiempo: la madurez que huye de la juventud e intenta, al mismo tiempo, huir de la vejez.
"Aquella brisa de unos años vente no tan venturosos me recordó un poco a la anterior prometida de Widmerpool, la señora Haycock (prima lejana de Baby, por otra parte), aunque Baby había sido con mucho la mejor parecida de las dos. Baby había tenido el acierto de detenerse antes de que fueran visibles en ella los estigmas que una vida de fiestas tardías y amoríos superficiales había dejado en la señora Haycock. Sin embargo, había experimentado también en menor medida el mismo endurecimiento y masculinización de sus rasgos, el enronquecimiento de su voz para parecerse más a un ladrido; de elementos, en suma, tendentes a un cambio de sexo, fruto de los constantes ajustes de maridos y amantes: un fenómeno, en suma, comparable a las características femeninas que desarrolla un hombre a fuerza de empeñarse en ser un donjuán."
El mundo del arte, omnipresente en la serie en cualquiera de sus manifestaciones, es nuevamente citado y analizado por los presentes: de la pintura barroca al realismo socialista, pasando por la novela naturalista y las adaptaciones para Hollywood.

También el mundo de los medios de comunicación ha sufrido un profundo cambio -y, como consecuencia, el de la propia información- con la popularización de la televisión. La forma, la modalidad de emisión, ha acabado provocando cambios en el propio mensaje, y la influencia sobre el público que puede conseguir un redactor o un presentador de televisión está a años-luz de la que podía cosechar, por ejemplo, el director de una revista. Esa capacidad de influencia ha dado lugar a la creación de lobbies cuyo poder no radica tanto en la información de que disponen si no en el dominio del medio propagador.
"La excursión a Venecia no había renovado mis energías para escribir. En conjunto, las prioridades ya establecidas, las continuidades personales, el confuso esquema de cosas que componen la vida cotidiana, y las rutinas diarias continuaron prácticamente como antes. La conferencia se instaló en mi espíritu como una especie de sueño, uno de esos sueños formados por elementos de la vida real, que se detienen en el límite justo de la pesadilla pero que, sin embargo, dejan turbadoras corrientes de fondo que circulan durante las horas del día y taponan las fuentes de la imaginación -cualesquiera que sean- haciendo que su enigmático flujo corra más perezosamente que nunca y a ratos cese por completo."
La cuestión de qué es escribir y cómo hacerlo -más allá de la cuestión principal: ¿por qué escribir?- es un tema que atraviesa la obra de manera transversal, por supuesto principalmente en función de la relación entre recuerdo y escritura. Siendo como es cierto que Nick está escribiendo auto-ficción, es decir, un personaje implicado en la trama escribe acerca de su propia vida -no sabemos si Powell también lo hace, pero este extremo es ahora irrelevante-, son ciertamente interesantes algunas reflexiones del protagonista acerca del acto de escribir y acerca del punto de vista narrativo, de su importancia y de las convecciones a las que debe adherirse el lector.
"[...] toda novela necesita un punto de vista desde el que narrarla. Un corolario de ese hecho es que toda narración que uno oye tiene que ajustarse, en el espíritu del que la escucha, a los prejuicios del que la cuenta en la práctica, porque la mayoría de los oyentes aumentan, reducen o descartan gran parte de lo que se les narra."
Con independencia de la importancia que tiene la guerra en el ciclo narrativo de Powell, al que dedica una parte importante de su extensión, Powell se centra con más detalle en el efecto que tiene sobre los individuos y en cómo ese efecto se prolonga a lo largo de la vida; es interesante la observación acerca de la sensación de camaradería que proporciona al haber estado expuesto a un peligro cierto entre quienes lo han sufrido, y de cómo esa camaradería sólo puede experimentarse mientras el peligro está presente: el recuerdo no basta para prolongarla cuando la situación es ya otra.
"Cuando se ha vivido algo tan trascendental como una guerra, que ha puesto patas arriba las existencias de todos, descartando las vidas personales y reorganizando todas las relaciones, existe la tentación, una vez concluida, de volver a lo que queda de aquel tinglado, de examinar toda su parafernalia como te salió al paso, hurgar entre sus elementos retorcidos u llenos de herrumbre y valorar sus méritos y defectos. Aquellas comidas de antiguos oficiales, lindando con lo morboso, brindaban la ocasión de abandonarse al escrutinio de los recuerdos. Afines al vicio, aquellas reuniones más pronto o más tarde, como la mayoría de los vicios, empezaban a aburrir. Ya las primeras revelaban la brecha que con la desmovilización se producía inmediatamente entre el presente y lo que había sido apenas un momento antes. Pero en cada ocasión posterior la brecha se ampliaba perceptiblemente, creando un abismo cada vez más infranqueable."
Como es natural, a medida en que el protagonista se va haciendo mayor, abundan las reflexiones sobre la edad, las expectativas, los grados de cumplimiento y las imposibilidades.
"Cada década recriminatoria plantea nuevos enigmas: cómo vivir mejor, cómo escribir mejor. La de los cincuenta, en principio menos aceptable para uno que la de los cuarenta, tiene, como mínimo, la ventaja de confirmarle sus peores sospechas acerca de la vida, liberándolo así de un considerable trecho de expectativas vanas y de típicas fantasías que son tan obstructivas para la creación literaria como para la vida. Puede que el quincuagenario ya no sea dueño de sí, pero, con todo, lo es de una pasable experiencia miscelánea de la que echar mano a la hora de formar opiniones, distorsionadas o no, que por lo menos hasta cierto punto puede llamar "propias". Pasado el medio siglo, una conclusión inevitable es la de que muchas cosas que al principio nos parecían increíbles no deben situarse ni mucho menos en una zona más allá de toda credibilidad."
Wirmerpool, que sigue con sus intrigas, se ha visto envuelto en una situación embarazosa, una cuestión de espionaje, pero al final el caso es sobreseído "por no existir interés público" en seguir el proceso; es decir, la influencia política del acusado ha logrado paralizar el proceso. Posteriormente, la impuntualidad de un coche de alquiler que debía recoger al matrimonio a la salida de una fiesta provoca un inesperado altercado.

Escuchando armonías secretas
"Los torsos de ambas chicas estaban enfundados en unas camisetas decoradas con una única palabra: ARMONÍA [...]. Esta descabellada caracterización no resultaba desmentida del todo por la palabra-lema que ambas chicas lucían sobre el pecho: una humorada gráfica que hoy bien podría haber salido de la rúbrica de un manuscrito medieval, escrita en el estandarte o las armas de una figura menor representada al margen." 
Nick e Isobel acogen en su casa a un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra una sobrina, liderados por un chico enigmático y devotos de lo que parece ser un rito paleolítico pasado por el tamiz new age.

A lo largo del texto, Nick se pone bajo la advocación de varias obras de la literatura universal; en esta última novela del ciclo, el papel es encargado al Orlando furioso, el poema de Ludovico Ariosto. Es aprovechando esa lectura cuando Powell -pues es indudable que es el autor quien habla- habla de cómo leer a los clásicos:
"Aquella noche estaba yo pasando sus páginas con la sensación -esencial para disfrutar de la lectura madura de un clásico- de no tener que detenerme ni un segundo en cualquier pasaje que amenazara con provocarme la más mínima sensación de tedio."
El recuerdo de la visita de ese grupo de jóvenes, punteado por al lectura de Ariosto, encamina a Nick hacia la época, un poco antes de la I Guerra Mundial, en que conoció al doctor Trelawney, impulsor de un culto esotérico de rígido ritual, que fue en su día motivo de mofa por parte del círculo del narrador. Unas palabras mencionadas por una adepta, "el alma liberada se eleva hacia el viento de Poniente y contempla la puesta de sol mientras oye armonías secretas", le hace sospechar que aquellos jóvenes profesaban una especie de doctrina derivada de aquélla.

A medida en que va transcurriendo el tiempo de una vida, el repositorio -permítase la imagen simplificadora- de los recuerdos va aumentando su volumen, al igual que lo hace el número de esas abstracciones  que, para abreviar, llamamos experiencias. No es extraño, pues, que cada vez más hechos inicialmente desconectados de esos recuerdos posean el poder de evocarlos: "recuperaciones lunares del Valle e las Cosas Perdidas", por seguir con la referencia a Ariosto.

Reaparece Widmerpool, después de la muerte por suicidio de su esposa y de su desaparición temporal tras su acusación de espionaje. Un incidente en la ceremonia de su nombramiento como rector de universidad lleva a Nick a recordar otro caso parecido ocurrido cuarenta años atrás y a especular acerca de la diferente actitud de Widmerpool en respuesta al incidente, y en cómo esas reacciones, de naturaleza prácticamente opuesta, si se hubieran cambiado entre sí, podrían haber supuesto una resolución de ambos casos completamente distinta.

Otro viaje al recuerdo lo constituye la muestra de fotos del grupo de amigos caracterizados como Los Siete Pecados Capitales que les tomaron en su juventud, por parte de la viuda del fotógrafo; de nuevo este regreso al pasado supone una actualización del estado de los fotografiados, y una estrategia narrativa sumamente efectiva para mostrar la evolución de los personajes que han formado la columna vertebral de la historia.

Entre las numerosas reflexiones sobre la escritura, algunas de las cuales figuran anteriormente, parece especialmente pertinente la reflexión que sobre la biografía, la novela y la ficción pone Powell en boca de Trapnel, un escritor infravalorado en vida, un personaje peculiar sobre el que un conocido de Nick está escribiendo una biografía:
"La gente cree que, por el hecho de ser inventada, una novela no es verídica. Pero es exactamente al contrario. Una novela, precisamente por ser inventada, es verdad. Las biografías y las memorias nunca pueden ser enteramente verdaderas porque  no pueden incluir todas las circunstancias concebibles de lo sucedido. La novela sí puede incluirlas. El propio novelista las decide, y su decisión es vinculante. El biógrafo, incluso el mejor y en el mejor de los casos, sólo puede mostrarse intencionalmente empírico. Y cuando es uno mismo el que escribe su autobiografía, es prisionero de su propio egocentrismo y siempre hay que desconfiar de lo que cuenta. A diferencia de los anteriores, el novelista es un dios, que crea a su personaje y lo hace respirar y caminar. La criatura, creada a su imagen y semejanza, ofrece información sobre ese dios. Y así, en cierto sentido, uno sabe más cosas de Balzac y de Dickens a través de sus novelas que de Rousseau y de Casanova por sus Confesiones. [...] Sólo la novela puede transmitir ciertas verdades de las que es imposible dar una definición exacta La biografía y la autobiografía se ven obligadas a buscar la definición exacta, y es así como pierden la verdad."
Una cena de celebración por la concesión de un premio literario, de cuyo jurado forma parte Nick, provoca otro incidente con Widmerpool, que parece decidido a conseguir ser odiado por sus semejantes, ahora que disfruta de una posición inexpugnable, revelando de ese modo una supuesta deriva masoquista, no sólo en las rerlaciones sexuales, un tema repetidamente comentado por algunos de sus conocidos. En su origen, más que una opción elegida conscientemente, parece una contrapartida del poder, en todos los ámbitos, que acumula, como si el único dolor que pudiera sufrir fuera el infligido como consecuencia de su propia decisión de sufrirlo. Tal vez sea este afán de autocastigo -más que cualquier otra consideración o desviación- lo que le lleva a conocer al líder del grupo esotérico citado anteriormente, a ligarse a él y a perder totalmente el juicio bajo su dominio psicológico.
"[...] esta historia me ha estado obsesionando..., no sé bien por qué. Tal vez porque parece empezar muy bien y acaba mal. Aunque probablemente es así como deben concluir las buenas historias."
Abocado ya al final del ciclo narrativo, Powell le da fin mediante un fastuoso último capítulo que recoge, ordena y resume la obra en su integridad, cerrando círculos, haciendo aparecer a las personas -las que han sobrevivido- que ha conocido Nick a lo largo de su periplo, y cerrando  espectacularmente una de las obras de ficción más brillantes que ha dado el siglo XX con el regreso al principio, confirmando esa concepción circular del tiempo, verdadero protagonista de la narración, y el inmenso poder generativo de la memoria materializado en el fuego de carbón y los copos de nieve.
 "Nos dijimos adiós. Henderson tenía razón al decir que la temperatura estaba bajando. Estaba oscuro fuera, y hacía más frío. Cayó un copo de nieve. Al principio aislado, pero enseguida siguieron otros el camino abierto. Los obreros que arreglaban la calle frente a la galería se preparaban ya para dejar el trabajo. Algunos se estaban congregando alrededor del fuego que habían encendido en un cubo. El olor de mi chimenea, cuyo humo tal vez se fundía con los olores metálicos de la cantera que flotaban en la plateaba bruma, me recordó ahora aquel cubo de los trabajadores lleno de brasas de carbón, ardiendo en el exterior del refugio en plena calle."
Esta circunstancia le trae a la memoria uno de los pasajes más conocidos de Anatomía de la melancolía, y lo lleva al evocador cierre de la narración:
"Los golpes sordos que llegaban de la cantera no eran ya más que un eco infinitamente lejano. Cesaron por completo una vez que se oyó un largo gemido de sirena... La galopada de los centauros se desvaneció, mientras las últimas notas de su caracola resonaban en mares hiperbóreos. Hasta la medida formal de las Estaciones pareció quedar suspendida en el silencio invernal."
Otros recursos relativos a la obra, ya publicados:
Una danza para la música del tiempo I. Presentación
Una danza para la musica del tiempo II. Primera estación: Primavera
Una danza para la música del tiempo III. Segunda estación: Verano
Una danza para la música del tiempo IV. Tercera estación: Otoño

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