18 de diciembre de 2015

Pinocho en Venecia

Pinocho en VeneciaRobert CooverPálido Fuego, 2015
Traducción de José Luis Amores
"Si el empeño del arte, en su defecto inútil, era expresar el incesante esfuerzo humano por la perfección, entonces la historia era lo que siempre salía mal."
Pinocho, el burattino del cuento de Collodi, convertido en un distinguido y respetado profesor de universidad norteamericana -"distinguido profesor emérito del extranjero, mundialmente conocido historiador y crítico de arte, antropólogo social, filósofo moral y tocapelotas teológico..." y convenientemente americanizado como Pinenut-, crítico de arte y ganador de dos premios Nobel -"en parte campesino, en parte yanqui adoptado"-, regresa a Venecia para terminar la redacción de su obra magna, Mamma, su autobiografía. Este es el punto de partida desde el que Robert Coover imagina el crepúsculo y caída del hombre que fue niño que fue marioneta que fue tronco de madera en una novela desopilante, rabelesiana y desmadrada -marca de la casa, por otra parte- que tituló Pinocho en Venecia (Pinocchio in Venice, 1991), y que, partiendo de las referencias y los personajes del cuento original, las reinterpreta y trasgrede para hacerlas coherentes con su intención: especular acerca de una de las posibles continuaciones "adultas" de este relato -que, a pesar de ser publicado por primera vez en el "Giornale per i bambini" (1882-1883), su consideración como "literatura infantil" es más que cuestionable-, pero también la revisión de la historia desde el punto de vista del protagonista.
"Sí, o un teólogo en el afán de imaginar el sabor del maná, el cual ha sido asemejado a, respectivamente, el aliento de ángel, los huevos órficos, la espuma de la leche de una virgen, el muérdago machacado, la gelatina de sueños, el rocío de lingam, los meados de hada, el polvillo de la piedra filosofal, los excrementos de pulgones sobre las hojas de tamarisco. Sé lo que quieres decir. Es como ir tras lo inefable con un cazamariposas, o intentar atrapar el tiempo en una cucharilla de café. O como dijera el inmortal Inmaculate Koñt, un intento de describir mediante la razón práctica el hewdor a santidad: "a pies sudados no es ni la mitad"."
Coover, maestro de la parodia, pone en marcha su artefacto haciendo uso indiscriminado de una redacción preciosista con períodos largos y subordinaciones infinitas, metáforas continuas, hipérboles imposibles y vocabulario rebuscado, como si el barroquismo veneciano se traspasara a la escritura mediante un mecanismo de plagio intergénero; profundizando un poco más allá de la estructura formal del estilo y des aspecto general de la prosa utilizada, se descubre el medio en el que Coover se desenvuelve con excelencia: la ironía.
"-Pero no, verás, yo estaba equivocado entonces...-. Pues en el momento, tutelado por Giogione y por su amado Bellini, dio en admitir que, si había pensamientos puros e impuros, también los había simples y complejos, y el pensamiento puro y complejo, al cual iba entregándose cada vez más (al fin y al cabo poseía carne, ya no era una mera figura de palo), estaba obligado a abrazar el mundo impuro.pues de lo contrario, con las anteojeras puestas, se descubriría saltando, una y otra vez, por el mismo y estrecho aro."
Pinocho en Venecia es uno de aquellos escasos libros que no se agotan en una lectura; tal vez con una primera seamos capaces de abarcar los innumerables avatares de la acción y acabemos francamente deslumbrados por los fogonazos de la trama -y bien que es una lectura provechosa-; pero, como en todo caso de deslumbramiento, así como en el caso de la luz deberíamos esperar a que nuestra retina se habituara a la intensidad cegadora si quisiéramos descubrir el resto del cuadro, me atrevo a aconsejar, una vez terminado, volver a la página uno y, superados los motivos de sorpresa, releer pausadamente, disfrutar de las parodias, las citas y las referencias, innumerables todas ellas, para digerir y asimilar toda la información que nos ofrece.
"Mientras escucha el latido acelerado de adentro, cabeceando en concierto con éste, su nariz acariciando ligeramente el lanoso pecho, se dice en un arrebato de éxtasis, que lo que tiene ante sus ojos bizcos es la misma esencia de la belleza: forma como idea divina, la única y pura perfección que reside en la mente, de la cual surge a su imagen y semejanza, excepcional y santa y blanda como un pompón, para ser adorada." 
Pinocho en Venecia no se lee, se disfruta como se disfruta de una fiesta.
"Las hermosas paredes de mármol con incrustaciones relucen ahora como el alabastro iluminadas desde adentro y, por encima de él, unas luces de colores parpadean y danzan burlonamente de ventana a ventana. El centro de la lustrosa fachada está fruncido a la altura del ombligo por una oscura cruz en sombras, y ahora advierte que el cegador umbral de debajo está rodeado de un erizado musgo azul, y la reluciente cabeza blanca de la Virgen atisba desde las alturas como si indagase quién ha puesto los pies en la puerta." 
Por cierto, ¿sabéis cuál fue realmente el proceso por el que el muñeco de madera se convirtió en niño? ¿Y por qué le crecía la nariz?

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