18 de mayo de 2018

Extravíos

Extravíos. Emil Cioran. Hermida Editores, 2018
Traducción y prólogo de Christian Santacroce
"Hay una tristeza de la impotencia y una del conocimiento. Entre ambas, la criatura expía sus propios límites."
Emil Cioran (E. M. Cioran, Emil Mihai Cioran), nacido en la actual Rumanía en 1911, se estableció en París en 1937. En 1946, después de declararse apátrida, abandonó el rumano como lengua de escritura y adoptó el francés; uno de los últimos textos escritos en su lengua materna, entre los años 1945 y 1946, en plena ruina de Europa e inédito hasta 2012, es este Extravíos, una de sus obras más tristes y desesperanzadas.
"Quienquiera que crea en algo sin reserva y sin temor a la eventualidad de algún suceso deviene esclavo de su propia inspiración o demencia -y un peligro directo para quienes le rodean. Porque el hombre verdaderamente malo es aquel que no duda de su propia fe, aquel a quien la "verdad" se le ha mostrado mediante un milagro, mediante su incapacidad de sopesar los valores." 
El pesimismo, personal y antropológico, afecta a la lucidez, al escepticismo y a la visión general de todo aquello que mantiene algún atisbo de relación con la vida y, sobre todo, con la interacción con el resto de seres humanos, que pierden su carácter individual para convertirse en una masa informe, indistinguible, cuyo único propósito es zaherir a sus semejantes.
"Nada como la felicidad para inspirarnos la nostalgis del suicidio, como si existir fuera un don demasiado inmenso para nuestras fuerzas y la revelación suprema del corazón, dulcemente inmersa en la flor del ser, inseparable de la no existencia. ¿Será acaso el suicidio la consecuencia inevitable de nuestro destierro en el éxtasis? Lo que parece indudable es que la felicidad no es un estado positivo."
La alegría es un estado banal, momentáneo e ilusorio, cuya función es engañarnos para impedirnos experimentar el invasivo e insoslayable aburrimiento existencial fruto de nuestra incapacidad para conllevar una realidad cuya finalidad es ser estéril e improductiva; una forma de desorientar a una conciencia destinada a la lucidez pero condenada a la irrelevancia.
"Lo cierto es que la vida no tiene ningún sentido; pero aún más cierto es que nosotros vivimos como si tuviera uno."
La nostalgia no es más que el deseo de volver a hacer presente un pasado inexistente.

La imposibilidad de experimentar el dolor ajeno es el recurso que la existencia ha puesto a disposición de su propia supervivencia; y todos los sentimientos que experimentamos al verlo en los demás no es sino el reverso de la alegría por no ser nosotros mismos el sujeto doliente.
"Toda creencia es el fruto de una perturbación mental, una máscara bajo la que transcurre una enfermedad, un mal que se engaña a sí mismo porque se ignora. La salud es la ausencia de toda creencia sin la conciencia de lo irreparable. El extremo del espíritu es esa ausencia unida a esta conciencia."
Prometer fidelidad a un ídolo es desplazar el poder generador de nuestro espíritu; es contaminar mediante conceptos ajenos una historia que nos pertenece en su totalidad; es interrumpir el proceso de descubrimiento de nuestra identidad más profunda; es recortar el abanico de posibilidades que se nos abre para responder a cada desafío; es desplazar el centro de decisiones desde nuestra conciencia hasta un conjunto de normas que, por más que interiorizadas, no dejan de ser ajenas; es corromper la pureza de la inocencia para emular, a cambio, el fracaso ajeno. El beneficiario del seguimiento de una creencia no es nunca el adepto.
"De quienes no desprenden a su alrededor un aroma de fracaso difícilmente podría decirse que han vivido. La descomposición es la única huella que nos deja el paso de la vida, esta podredumbre extraña de la materia. La creación y la destrucción son direcciones diferentes de una misma substancia que se afirma destramándose."
El escepticismo es una decisión ética que procede de la imposibilidad de otorgar estatuto de seguridad a nada en absoluto, empezando por uno mismo. Si exteriorizamos nuestras dudas, colapsamos la capacidad de explicación que pudieran poseer los objetos o incluso algunos individuos; si las interiorizamos y buscamos las respuestas en nuestro pensamiento, podemos en evidencia las limitaciones de nuestro intelecto y no podemos más que constatar la pobre dotación con que contamos para enfrentarnos a las grandes cuestiones de la existencia.
"Ni de las contradicciones íntimas ni de las teóricas nos salva la razón, sino un mínimo de cordura, de mediocridad ancestral. Si quedáramos a merced de nosotros mismos, ya nunca nos reencontraríamos."
Debemos ser conscientes de la imposibilidad de concebir el paraíso mientras seamos incapaces de comprender una existencia sin sufrimiento; el Jardín del Edén está situado fuera de la historia por esa razón. En cambio, es fácil comprender el infierno, un lugar en el que el dolor es la medida de todas las cosas. La vida no tiene la cualidad homogénea del paraíso ni la diversidad humana se asemeja a la uniformidad angélica; la pluralidad del infierno y las distintas gradaciones del castigo son un retrato más fiel de la humanidad. 
"Todo crescendo -del corazón o del pensamiento- alcanza lo sublime y acaba en el horror de la falta de gusto. La tragedia, que no guarda ciertos límites, resulta irritante y falsa [...]. Lo patético ya no es dolor, sino interpretación del dolor. Lo importante es detenerse a tiempo. Lo extremo no es, en ningún caso, una categoría literaria; nuestras cumbres no son materia de expresión. Sólo la mediocridad es externa -y entre los hombres todos fracasan salvo los neutrales, los que no han "tomado partido", los que han soportado el tiempo y sus variaciones. La rebelión conduce al abismo, igual que la tristeza fría. La humanidad propiamente dicha, aquella que ha soportado el yugo de la existencia, la componen los hombres tibios a los que Dante impedía cruzar el Aqueronte, condenándolos a errar más acá del infierno y del paraíso."
La idolatría, la construcción de imágenes o la pura adopción de objetos naturales para representar, hasta llegar a suplantar, a la divinidad, es la forma que tiene el instinto de muerte para desviar el punto de mira del objeto a eliminar. Por esa razón, desde el principio de los tiempos, los dioses han sido representados a través de toda clase de conceptos vicarios, a menudo contradictorios, debido a  que la obsolescencia programada alcanza también a los diseños de manifestaciones divinas.
"Entre las pasiones que dominan o han dominado al hombre, la más absurda, la más incontrolable e irreductible a un sentido cualquiera es la pasión por Dios. ¿Será ella el fruto de una desarticulación del espíritu, de un delirio de la sensibilidad, o la perversión última de la nostalgia? ¡Tanto calor del corazón derrochado en una emoción sin objeto! Ningún elemento de la mente admite la temperatura a la que ha de germinar la semilla de una tal tentación, ningún argumento del espíritu lúcido justifica la exaltación hacia una cumbre racionalmente ausente. La invención de Dios es la mácula que el alma inscribe en la historia de la mente."
La grandilocuencia con la que intentamos compensar nuestra insignificancia otorga atributos de Absoluto a cualquier nimia muestra de nuestra vacuidad. Haciendo más grande a nuestro enemigo acrecentamos también nuestra sensación de poder; haciéndolo invencible, encontramos la justificación incuestionable de nuestra derrota, que se convierte de cobarde renuncia a mítica heroicidad. Son nuestros enemigos los que en realidad dan la medida de nuestra fuerza; nuestros amigos, en cambio, son únicamente el reflejo de nuestra indulgencia y autocompasión. Aunque ambos son reales, sólo nuestros enemigos son verdad; los otros, no son más que ficciones que pone en marcha la autocomplacencia.
"De la muerte nos defienden los instintos; de la vida, en cambio, nada nos ampara. Entre los dos males, nuestra posición parece insoluble. La perspectiva de la ausencia de sufrimiento de la muerte nos aterra, pero la actualidad del sufrimiento de la vida es el horror mismo. ¿Concebir otro mundo al margen de uno y de otro? El hombre no ha hecho otra cosa desde que piensa y sufre. Lo que ha añadido entre ambos es su destino -y su fracaso."
El mal es la medida de todas las cosas. En su máxima expresión, es la fuerza que mueve el mundo, la marea constante que genera el flujo de belicosidad que sostiene las tensiones sobre las que se asienta el progreso. Es el mal el que hace que en cada individuo se esconda un enemigo, y en cada enemigo un verdugo; el que hace de la vida una condena y de la muerte una liberación. El mal es tan omnipresente y lo seguirá siendo tanto en el futuro que la esperanza de su ausencia no es más que la expresión de la suprema utopía.
"Nacemos para apegarnos a las cosas y a las ideas; vivimos para desprendernos de unas y de otras. La vida es la muerte diaria de la convicción."
Cioran cien por 100, menos hiperbólico que en algunos escritos posteriores, pero infinitamente más lúcido. Y más convincente.

Calificación: *****/*****

Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura de Lágrimas y santos
Cita de la obra De la France

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